jueves, 4 de junio de 2015

Toda defensa de la poesía es una defensa de la locura

Mi padre tenía deudas espectaculares. Tomaba dinero prestado siempre que podía y pagaba sus facturas solo cuando era necesario. Podía perfectamente gastarse el dinero del alquiler la noche antes del plazo convenido. Yo vivía atemorizado por mis caseros y caseras mientras que él parecía indiferente a todo. Nos veíamos después del trabajo y mi padre proponía cenar en un restaurante francés; yo me resistía , consciente de que planeaba gastarse el dinero del alquiler. Se ponía a describir los platos y el vino que íbamos a tomar con toda clase de detalles seductores, y yo insistía en recordarle el pago del alquiler. Entonces me explicaba lenta y cuidadosamente, como si hablara con un débil mental, que uno nunca debía preocuparse por el futuro. "Nunca seremos tan jóvenes como lo somos esta noche - decía -. Si somos listos, mañana encontraremos la manera de pagar el alquiler". Al final, ¿quién se atrevía a llevarle la contraria? Yo nunca lo hice.
Charles Simic, El monstruo ama su laberinto (Cuadernos)