jueves, 4 de junio de 2015

Te persigue

He ido hoy al cine a ver It follows, la película de terror. Se trata de una película con atmósfera, de tempo "lento" y aspecto indie. Durante la primera media hora me ha parecido que planteaba un juego de metonimia fascinante: tras un prefacio impresionante, que juega mucho con el fuera de campo y el plano abierto (cosa no muy frecuente en el terror mainstream), en que observamos cómo una chica huye de "algo" que los demás no captan hasta acabar muerta en la playa, vemos a la protagonista en su primera cita sexual con un chico y cómo este le "pasa", a través del coito, una maldición: lógicamente he pensado que era una reflexión sobre las enfermedades de transmisión sexual, y especialmente, sobre la abeja reina de todas ellas, el sida. El cáncer es una implosión: te destruye a la vez que te convierte en héroe. Con el sida ocurre algo opuesto: nadie lo ve (porque es una enfermedad que tiende a ocultarse y no se quiere ver: actualmente es una enfermedad fuera de campo) que, sin embargo, te persigue como una condena. Así que bueno, con el telón de fondo de un Detroit détruit, he pensado que la película era una metáfora sobre esta enfermedad (oh, Sontag) y que trataría sobre la culpa, la valentía/inconsciencia/negacionismo (encarnados en el vecino de enfrente, que no quiere ver el peligro), el miedo, el contagio, la intimidad y el tropo del "armario" (el secreto) o la incredulidad ajena (la locura). Al cabo de media hora, he desechado esta idea y he pensado que la película giraba hacia una metonimia parecida pero más conservadora: la virginidad. El cuerpo como templo que, en tanto que recinto sagrado, debe tener sus entradas vigiladas y controladas. La ofrenda no puede ser gratuita, debe estar consagrada. Nadie mejor para limpiar la profanación que aquel chico con el que hemos sentido el primer amor: la inocencia del primer beso, la piscina, el chico de clase un poco feucho que siempre nos ha deseado con ternura... durante este momento, un tanto conservador, repito, pensé que se haría un planteamiento interesante en torno al binomio inocencia/iniciación y que, con esos destellos de psicoanálisis a los que se presta la presencia del fantasma encarnado en el padre de la protagonista (el chico que le "pasó" la maldición ya le advirtió: "ese que te sigue podrá aparecerse en forma de desconocido o de alguien a quien conoces y quieres; no dejes que te toque"), la cosa se pondría interesante...
Al final la peli seguía su propia ilógica lógica narrativa y carecía de interés metonímico. Ni siquiera funcionaba como película de terror: demasiadas incoherencias internas, deus ex machina y un metraje eterno: el clásico chicle que tiene un minuto de intensidad y luego se afloja hasta la extinción.
Yo siempre lo "paso mal" con las películas de terror. Me llevo la mano a la cara como los niños pequeños y no puedo enfrentarme con los ojos bien abiertos a ellas. En esta, debo decir, tanto la música como los planos más cerrados y lentos, te advertían del peligro: no era la clásica película de repullos.
Una película con buena apertura, cierta atmósfera y un planteamiento fascinante... pero fallida. No, no creo que me persiga.

P.S. Hay películas que te enseñan un juego: como María Antonieta o Malditos bastardos. Esta es una de ella. Consiste, cuando estás con tu/s compañero/s de juego en un sitio lleno de gente, en elegir a uno entre ellos. Elegirlo para ser él o ella, para intercambiar tu vida por la de él o ella. Luego, tu/s oponente/s deben averiguar a quién has elegido y por qué lo/s has elegido. Divertido, ¿no?