jueves, 11 de junio de 2015

Las nubes de Sils Maria

Existe un fenómeno natural, en los Alpes, conocido como Majola Snake, la serpiente de Majola. Se trata de un banco de nubes que, procedente del Adriático, se condensa al llegar a las montañas y se desliza por debajo de sus cumbres como si fuera una serpiente. Los lugareños lo consideran augurio de mal tiempo, de cambio de estación. En 1924 - año, curiosamente, de publicación de La montaña Mágica, Arnold Fanck lo filmó y nos dejó sus imágenes en blanco y negro para la posteridad. Es la película dentro de la película que encontramos en The clouds of Sils Maria (El viaje a Sils Maria), la última película de Olivier Assayas, que hoy he ido a ver al cine.
Majola Snake es también el título de la pieza de teatro que catapultó la carrera, cuando era joven y desconocida, de la protagonista del film, Maria Enders (Juliette Binoche). La obra relata la historia de dos mujeres: una joven y trepa secretaria (Sigrid) que seduce a su patrona (Helena), una mujer de éxito, ya madura, que desarmada y en busca de ruina (la ruina es la expresión final de lo prodigioso), reconoce en Sigrid a su perfecta arma cargada y sucumbe ante ella a modo de expiación, de último gran gesto vital y romántico. El autor de la obra, que vive retirado en Sils Maria, muere justo cuando Maria llega a Suiza para recoger en su nombre un premio honorífico a su carrera. Es entonces cuando un director teatral en boga le propone representar de nuevo la obra, pero esta vez en el papel de Helena. Maria, que está en pleno "cambio de estación" y padece una gran crisis como mujer y como actriz, decide aceptar el desafío, pese a sus muchas reticencias, y se retira unos meses a Sils María, el refugio de su amigo el escritor fallecido, para preparar el personaje junto a su ayudante y coach (Kristen Stewart). Maria parece seguir entendiendo mejor la juventud y el arrojo de Sigrid al tiempo que detesta el personaje de Helena, que le parece patético e increíble, una mártir trasnochada, y que, además de colocarla frente a un espejo poco halagüeño, en un acceso de superstición, le recuerda a la actriz que lo interpretó cuando ella era joven, muerta en un fatal accidente de tráfico un año después de finalizar la obra. Maria está en pleno divorcio, su amigo y mentor acaba de morir y su juventud se escurre a la velocidad de un cubito de hielo que apretamos con fuerza en la mano en pleno verano. Maria se siente vulnerable y desconcertada por la elección de Jo-Ann, la actriz que hará de Sigrid, todo un filón comercial, una veinteañera que hace de superheroína en blockbusters de Hollywood y que casi es más conocida por sus escándalos en TMZ y en las redes sociales que por su trayectoria profesional. Durante los diálogos que Maria tiene con su assistant (que también le da la réplica en las lecturas de la obra), esta, una chica joven y estadounidense (Kristen Stewart) defiende la honestidad de la niñata, su versatilidad como actriz, y sirve continuamente de contrapunto reflexivo a Maria en sus continuas dudas sobre el personaje de Helena, el de Sigrid, el paso del tiempo, la interpretación, los nuevos tiempos, la cultura del espectáculo y el espectáculo de la cultura, la fama viral, Internet, Google, Hollywood, el cine de autor, la vejez y la juventud, la crueldad y el sacrificio, la inocencia y la iniciación... 
Esta segunda parte en Sils Maria, que ocupa casi todo el grueso de la película y que, en un principio, parece remitir a Eva al desnudo (Mankiewicz), pasa a convertirse en un episodio de vampirización parecido al de Persona (Bergman) hasta terminar con una despararición similar a la de La aventura (Antonioni). El epílogo en Londres, que es donde por fin se está representando la obra de teatro, resulta especialmente esclarecedor con los personajes, y más en concreto con el de Maria, que parece haber aceptado no solo el papel de Helena sino su propia extinción como actriz mediática. Aunque casi al final de la película hay un wishful thinking, personificado en el director debutante de ciencia ficción al que parece no interesarle la celebrity joven de su generación y le propone un papel de mutante a una incrédula Maria, el último plano es un precioso fundido gradual de la cara de Binoche, justo antes del ensayo general de la obra.
The clouds of Sils Maria, una superproducción a la europea, con reparto internacional y rodada en inglés, es enormemente metadiscursiva, a la manera de Birdman, con una Kristen Stewart justificándose a sí misma como actriz, y una Binoche sublime (posiblemente una de las mejores actrices del mundo: toda ella contagia) haciendo de sí misma; sin embargo, a diferencia de Birdman, es menos efectista: los fundidos en negro que separan una escena de otra son como la vida misma, cuestiones abiertas, a veces sin respuesta, como los días que pasan, como las estaciones, hilos de diálogo que se abren y se cierran abruptamente, porque alguien tiene hambre, se duerme o se enfada. O simplemente porque es incapaz de llegar más lejos en su reflexión. O porque hace un chiste. O estalla. Una condensación de nubes serpenteantes y gaseosas que, bajo las firmes cimas de los Alpes, corazón de la Vieja Europa, escenario de los paseos en esquí de Hans Castorp y refugio del gran Nietszche, nos hacen recordar la cita de Baltasar Gracián dentro de la peli: "destacar y saber cómo mostrarlo, es destacar dos veces".