viernes, 21 de agosto de 2015

Auto de fe

Hoy se ha levantado un fresco que, de alguna manera, pone fin a este verano. Un verano sin pena ni gloria. Un verano vacío, un poco lúgubre, sin vacaciones y sin novedades. He leído a Canetti y a Agamben, eso sí. Yo pensaba que los años me reconciliarían con el mundo, pero últimamente me veo quijotescamente atrincherado tras las tapas de los libros, como en mi adolescencia. Los libros te dan la vida que te quitan y te roban tus congéneres. Mi misantropía es muy particular, porque no sé estar sin amigos, sin familia e incluso sin desconocidos. Pero al igual que hay un sentimiento que se llama "vergüenza ajena", que ya solo siento con Rajoy, existe otra cosa que podríamos denominar "tristeza ajena", que es una especie de tristeza producida por todo lo que te es ajeno, un territorio que cada día crece más y más. Ayer fue un día bueno: estuve en una playa fantástica y escondida con gente maravillosa, divertida, educada, relajada, habladora, animosa y nada aburrida. Pero eso fue ayer. Hoy se ha levantado un fresco que anuncia colapso. Un día ideal para que se propaguen las llamas del incendio. Un día perfecto para un auto de fe.